Entrevista a los Comités Sindicalistas Revolucionarios del Estado Francés

Embat ha entrevistado a la organización francesa llamada CSR. Es una agrupación de tendencia que opera dentro del sindicalismo para fortalecer una línea sindicalista revolucionaria. Si bien Embat no comparte todos los postulados que los CSR nos presentan, lo enmarcamos dentro del ámbito del debate abierto con otras organizaciones compañeras. Nos interesa dar a conocer este paradigma tan desconocido en Cataluña.

(Link página CSR: Csr | Comités Syndicalistes Révolutionnaires | France)


Los CSR se crearon después de la Primera Guerra Mundial, llegaron a 15.000 adherentes que funcionaban como cuadros sindicales de la CGT. Pero la crisis de los años veinte diluyó las expectativas revolucionarias y, según la opinión de los actuales CSR, este esfuerzo unitario se dividió en sectores ideológicos como podrían ser el anarcosindicalismo y el sindicalismo comunista.

Los CSR se reconstituyó en los años 90 como forma de canalizar la actividad sindical de la militancia revolucionaria que le quedaba a la CGT francesa. Así que habitualmente atraen militantes procedentes de la CNT y de SUD-Solidaires. Pretenden volver a la esencia de la CGT sindicalista revolucionaria de la Carta de Amiens.

Durante la entrevista aparecerán conceptos que nos podrían sonar extraños. Uno de ellos es el de la “doble tarea”. Se trata de dar un contenido práctico y permanente a su proyecto revolucionario. La Carta de Amiens decía: “El Congreso declara que esta doble tarea, cotidiana y de porvenir, se desprende de la situación de asalariados que pesa sobre la clase obrera y que hace para todos los trabajadores, cualquier que sean sus tendencias políticas o filosóficas, un deber el pertenecer al agrupamiento esencial que es el sindicato.”

El sindicalismo revolucionario plantea el sindicato como columna vertebral de la sociedad socialista post-revolucionaria. No es solo una herramienta reivindicativa para conseguir mejores condiciones laborales sino también la herramienta que podrá gestionar buena parte de la economía y las empresas una vez hecha la revolución social.

Ahora os dejamos con la entrevista.

¿Qué son los CSR? ¿Es una organización? ¿Es una tendencia? ¿Cómo funcionan?

Los CSR desean dar una orientación y salidas políticas a las prácticas sindicales. Somos, por tanto, una organización política revolucionaria del sindicalismo. Sin embargo, para no situarnos al margen del proletariado ya organizado en sindicatos, aparecemos como una tendencia sindical, es decir, actuamos dentro de la organización de clase y no fuera de ella, como hacen los partidos, las vanguardias y todas las organizaciones llamadas “específicas”. La organización de los CSR sigue el modelo sindical federalista: comités locales para representar a los territorios y comités de industria para representar a las ramas sectoriales.

A diferencia de los socialdemócratas y los izquierdistas, no adoptamos la concepción burguesa del trabajo, es decir, la situación de explotación. Creemos que toda actividad humana entra dentro del concepto de trabajo y, por tanto, que nada puede ser ajeno al sindicalismo. Por ello, no dividimos la militancia en una multitud de luchas específicas. Retomamos el modelo social histórico de la CGT y gestionamos los problemas con las herramientas adecuadas. Por ejemplo, con comisiones sindicales sobre inmigración, mujeres, juventud, vivienda, discapacidad, deportes y cultura.
Defendemos una estrategia y una práctica sindicales en el día a día de nuestras organizaciones de clase, pero también en los congresos. Nuestra tendencia lleva a cabo una gran labor de desarrollo y formación para compensar las debilidades de las confederaciones en este ámbito.

Nuestros militantes intervienen de forma coordinada en el marco de la Doble Tarea, lo que significa que cada acción está pensada dentro de la dinámica de construcción de una contra-sociedad proletaria que prepare la ruptura revolucionaria y la socialización de los medios de producción. La tendencia sirve así de referencia permanente para mantener nuestra autonomía política en el marco del sistema capitalista que combatimos y que intenta integrarnos.

¿En qué sindicatos, federaciones y territorios tiene influencia? (si se puede decir)

No estamos en condiciones de detallar públicamente nuestra implantación. Sin embargo, podemos decir que, a través de nuestras redes de militantes, simpatizantes y contactos, tenemos una visión de conjunto suficiente para poder actuar y coordinarnos en diferentes sectores profesionales ( transportes, construcción, servicios públicos, educación, química, limpieza, acción social, prensa y libros, metalurgia, ….), estructuras sindicales y localidades, así como para influir en momentos clave de la vida de la confederación, de la sociedad o durante las movilizaciones en Francia.

¿La CGT-F ya no está controlada por el PCF?

Creemos que la CGT nunca estuvo realmente controlada por el PCF sino que, por el contrario, a partir de 1923 muchos sindicalistas revolucionarios se refugiaron en el PCF para utilizarlo como recurso institucional y como fuente de financiación.

El congreso del PCF de 1924 marcó un cambio en la composición social del partido. Los SR ocupan ahora puestos de responsabilidad en todos los niveles del aparato del partido. Pierre Semard, antiguo miembro del Comité Central del CSR, se convirtió en secretario del PCF. Pierre Monatte dirigió el periódico l’Humanité.

Esta era la fuerza del PCF, que extraía sus militantes de la CGT y se beneficiaba de su saber hacer y sus conocimientos sindicales. Esto explica también por qué ninguna otra organización afín ha logrado implantarse en la clase trabajadora tras la crisis del PCF. Era un partido creado y dirigido por sindicalistas. En los últimos 20 años ha perdido esta composición de clase.

Tras la caída del bloque soviético, muchos sindicalistas “comunistas” se distanciaron del PCF. Todavía había redes de afinidad activas en la CGT, pero en realidad no estaban dirigidas por fracciones filosóficas organizadas desde el exterior. No tienen una línea política. Algunas federaciones y sindicatos departamentales están afiliados a la Federación Sindical Mundial (FSM) y desarrollan una fraseología inspirada en el leninismo marxista. Pero en el último congreso confederal, la federación agroalimentaria, bastión histórico de la FSM, se opuso a las demás federaciones de la FSM.

Los miembros de estas redes, como las de inspiración trotskista o libertaria, se coordinan de vez en cuando para reforzar su capital cultural personal, pero no siguen ninguna estrategia alternativa. La afiliación por afinidad, al margen de la confederación, sirve para justificar un sindicalismo de acompañamiento, radical en la expresión y la acción, pero socialdemócrata, ya que no desarrolla ninguna perspectiva concreta de ruptura con el capitalismo. Estas redes continúan la función de tribuna del PCF, es decir, gestionar la disidencia, pero en el marco del sistema. Cada militante hace una elección de carrera, algunos en instituciones estatales, en el voluntariado, en el mundo cultural e intelectual, en empresas “alternativas”… y otros en el sindicalismo. El PCF y sus diversas sensibilidades, al igual que las demás redes, se utilizan como lugar de encuentro y de trabajo en red, pero no existe un movimiento colectivo hacia un proyecto común.

¿Veis posible la unificación del sindicalismo francés?

El principal obstáculo para la unificación sigue siendo la ausencia de perspectivas. Puede haber intereses burocráticos en fusionar organizaciones para mantener aparatos debilitados. Es el caso del actual debate sobre la reunificación entre la FSU (Federación Sindical Unitaria) (principal federación autónoma de enseñanza) y la CGT. Solidaires, enfrentada a una crisis de desarrollo duradero, también empieza a pensar en ello.

Pero sin proyecto de sociedad, los sindicalistas están condenados a sufrir la dominación mental y estructural de la burguesía. Cuando ya no hay vida social y te encierras en relaciones de afinidad, cuando reproduces el modo de existencia de la burguesía, cuando percibes el capitalismo como insuperable, ¿para qué vas a querer abrir tu organización sindical a los demás? Los sindicalistas, como los activistas, defienden actualmente sus intereses inmediatos, sin proyectarse ni federarse con los demás.

Por eso creemos que, sin una dinámica de Doble Tarea, el sindicalismo seguirá fragmentándose entre confederaciones, pero también dentro de cada confederación. Por lo tanto, la reunificación sólo es posible reinscribiendo un proyecto revolucionario en el desarrollo de una sociabilidad de clase que nos enseñe a construir nuestras vidas colectivamente. El proyecto último, hacia el que avanzamos, es una sociedad igualitaria que incluya a todos los individuos.

¿Qué es el sindicalismo revolucionario?

El sindicalismo revolucionario se resume muy bien en la Carta adoptada en el Congreso Confederal de Amiens de 1906. No puede ser más clara y concisa. Es en este texto donde se explica la estrategia de la Doble Tarea. Pero se trataba de un texto confederal, votado también por los reformistas, que sufrían entonces la acción hegemónica de los revolucionarios. No abordaba la cuestión de las tendencias sindicales. Podía dar la ilusión de que el sindicato era automáticamente revolucionario si la mayoría de sus miembros eran SR. Pero creemos que el sindicato sólo puede volverse revolucionario en un período prerrevolucionario, es decir, cuando reúne a una mayoría de trabajadores con una visión global y detallada de la industria, cuando esta mayoría ya no quiere obedecer a los poderes capitalistas. Pero sólo cuando se adopta un proyecto revolucionario la situación se convierte en revolucionaria. Es decir, una elaboración material de los medios para reorganizar la industria. Porque la revolución no es sólo un sentimiento de revuelta alimentado por algunos conceptos teóricos como “viva el comunismo” (libertario o no). Es un proyecto que le permite pasar a la ofensiva y asumir su papel de dirección sobre las ruinas que deja el capitalismo.

La función de la tendencia es precisamente preparar, en las organizaciones de clase, esta elaboración y transmisión del programa político. La confederación revolucionaria sólo se materializa mediante un proceso de fusión de la tendencia SR y de la confederación de masas. Sin estas dos herramientas, una situación prerrevolucionaria, a menudo limitada en el tiempo, no puede superar esta fase y permite rápidamente al adversario retomar la iniciativa o cede automáticamente el poder, privatizado, a los militantes que poseen los conocimientos teóricos o intelectuales. Esto abre la puerta a una burocratización como la que marcó a Rusia en 1917 y a España en 1936.

En ambos procesos, la tendencia SR se convirtió en una necesidad, pero demasiado tarde. La creación de la Oposición Obrera Rusa y de los CSR franceses en 1920 y de los Amigos de Durruti en 1937 fueron respuestas materiales a una situación objetiva, a la necesidad de una herramienta que faltaba. Pero el impulso revolucionario era ya muy frágil, lo que hizo que estas tendencias, aún frágiles por ser demasiado nuevas, fueran víctimas de la represión y la desmoralización.

Tras las protestas de la Loi du Travail, ¿cómo está la situación social en Francia?

La movilización contra la Ley del Trabajo y contra la reforma de las pensiones se centró en manifestaciones masivas de ciudadanos que abandonaron sus puestos de trabajo por diversos medios (huelgas, pero sobre todo permisos, días libres, guarderías, etc.). Así pues, el capitalismo sólo se desestabilizó ligeramente, salvo en algunos sectores poco frecuentes (ferrocarriles, energía, transporte marítimo). La debilidad de las huelgas en las profesiones obligó a los sectores militantes y a los sindicalistas a multiplicar las acciones de bloqueo. Ocuparon el lugar de la acción colectiva de la clase, que no se organizó fuera de las manifestaciones masivas programadas.

Esto demostró la fragilidad del sindicalismo institucional y el impacto negativo de la izquierda, que consiste en centrarse en las instituciones del Estado sin atacar a la patronal. Esta visión socialdemócrata de la lucha de clases es compartida por todos, desde los militantes del PS hasta la ultraizquierda. La necesidad de la huelga se ve debilitada por el individualismo, que es un obstáculo para la organización sindical en las empresas y las profesiones. Por tanto, parece necesario recrear una conciencia colectiva basada en la estrategia de la Doble Tarea. Nuestros militantes están también muy implicados en las asociaciones deportivas y de barrio, donde reavivamos una sociabilidad obrera que no se limita a una afinidad o a una comunidad particular, sino que está abierta a toda la clase trabajadora.

¿Cómo lleváis el auge de la extrema derecha en Francia? ¿Arrastra a la clase trabajadora?

Las ideas de extrema derecha se están abriendo paso rápidamente entre la clase trabajadora, y no sólo entre la pequeña burguesía que históricamente ha constituido la base social de la extrema derecha. Afortunadamente, el Rassemblement National, al igual que las organizaciones fascistas, tiene dificultades para organizar a sus partidarios. Sin embargo, su número aumenta. Los jóvenes proletarios están cada vez más contaminados por una adhesión confusa a las tesis de la extrema derecha. Esto se ve facilitado por el hecho de que todos los sectores de la izquierda, desde la socialdemocracia clásica hasta los libertarios, han abandonado el análisis de clase en favor de un populismo radicalizado. Animan a sus miembros a convertirse en autónomos (eco-agricultores, artesanos de la construcción, proveedores de servicios, artistas freelance, dueños de bares, etc.). Su concepto de “los pequeños contra los grandes” no sólo no aclara la naturaleza de clase de la extrema derecha ni denuncia su composición burguesa, sino que refuerza la deriva populista. La estrategia idealista de la izquierda, basada en discursos teóricos y acciones antifascistas desconectadas de la clase, ha demostrado su incapacidad para contraatacar.

¿Qué le diríais a quien os dice que el SR estaba bien para hace 100 años, pero que ahora -dado cómo funciona la sociedad- es impracticable?

El capitalismo ha incrementado la complejidad de su organización, tanto dentro de las industrias como a escala internacional. La estrategia toyotista ha roto deliberadamente los equipos de trabajo y ha fomentado la subcontratación basada en el individualismo. Sin embargo, el capitalismo nunca ha estado tan fuerte. Este aumento de la complejidad del capitalismo hizo totalmente ineficaces las estrategias alternativas que pretendían competir contra el SR. Estas estrategias, basadas en el Estado nación o en la coordinación de colectivos locales, pierden toda perspectiva anticapitalista. Un proyecto de sociedad comunista depende, más que nunca, de un programa de socialización de los sectores profesionales, a escala local, nacional y mundial. Hay que volver a situar los oficios y el trabajo en el centro de la estrategia revolucionaria y abandonar las derivas activistas, idealistas y sectarias. Por ello, los CSR han lanzado las Redes de Industria para implicar al mayor número posible de sindicalistas en las estrategias del sindicalismo de base y ayudar luego a nuestros sindicatos a hacerlo. Este es un paso necesario para crear una dinámica revolucionaria creíble para el proletariado, un verdadero proyecto de sociedad basado en la resignificación del trabajo. Empezando inmediatamente por la Doble Tarea. Esta es también la razón por la que los CSR desean participar en la creación de una tendencia SR internacional que vaya más allá de la simple publicación de textos vagamente anticapitalistas, como hacen las redes internacionales de militantes, y que federe de manera concreta a los militantes revolucionarios en torno a la reflexión y la acción en sus industrias a nivel internacional.

Esto nos suena a anarcosindicalismo, ¿cuál sería la diferencia? ¿Cuál es el estado del anarcosindicalismo en Francia?

La Carta de Amiens ofrece una estrategia para la unificación orgánica del proletariado, como contra-sociedad, como embrión del Socialismo. Nos recuerda que esta contra-sociedad sólo es posible si existe una confederación sindical unitaria. Porque, evidentemente, no puede haber dos Socialismos en un mismo país. Los proletarios no podrán gestionar sus industrias con 3 o 10 federaciones sindicales en competencia. De lo contrario reproduciremos la desorganización que existió durante las revoluciones rusa y española y que favoreció la rápida aparición del capitalismo de Estado. La unidad sindical del proletariado es el elemento central del SR.

Por el contrario, durante la ola de decadencia de principios de los años 20, algunos sindicalistas afectados por el pesimismo se replegaron en la lógica de la creación de confederaciones de afinidad. La proclamación de la adhesión a una filosofía determinada (ya fuera el anarquismo o la Internacional Comunista a partir de 1928) no hacía más que justificar la división y no aportaba ninguna reflexión estratégica crítica, sino todo lo contrario.

Por eso el anarcosindicalismo, como el “sindicalismo comunista”, fue una rama del SR, que se enfrentó entonces a la descomposición del movimiento obrero. Este fenómeno afectó también a la CNT española, que en los años veinte abandonó a la Carta de Amiens como referente y al SR y se escindió en varias afinidades.

En los años 90, Francia se caracterizó por un rápido desarrollo del anarcosindicalismo. La CNT se implanta en ciertas profesiones y adquiere una influencia significativa entre los jóvenes activistas. Al mismo tiempo, los sindicatos SUD (solidarios, unitarios y democráticos), organizados en la Unión sindical Solidaires (Solidarios), agruparon a los disidentes sindicales y a muchos jóvenes en torno a su identidad antiglobalización. Estos polos de agrupación podrían haber influido en la recomposición sindical, proponiendo una reunificación que hubiera cuestionado la actualidad. Pero se encerraron en una dinámica anarcosindicalista y acabaron reproduciendo los mismos esquemas burgueses, con profusión de tensiones internas, escisiones y un vacío estratégico total. La referencia a una filosofía ayudó a reclutar gente, pero al final sólo sirvió para justificar la existencia de organizaciones sin visión global de la sociedad. Miles de jóvenes han pasado por la CNT y la SUD, y muchos de ellos ocupan ahora puestos de responsabilidad en la CGT, gestionando una práctica socialdemócrata clásica con un discurso radical y artificial. Reproducen en la CGT el anarcosindicalismo de su juventud: gestionando una pieza del aparato, sin ninguna perspectiva de clase y justificando su función de tribunos mediante una mención a un grupo o a una filosofía de afinidad.

Muchos militantes sinceros se han agotado intentando crear nuevas organizaciones de masas, construyéndolas al mismo tiempo que tenían que elaborar una estrategia revolucionaria. Abrumados por su trabajo, acabaron siendo incapaces de hacer ni lo uno ni lo otro. Esta crisis del modelo anarcosindicalista en Francia explica porque la CGT sigue atrayendo a la gran mayoría de los jóvenes militantes y jóvenes proletarios que quieren implicarse en el sindicalismo. Y ello a pesar de la muy preocupante situación de la CGT.

También reivindicáis el sindicalismo de industria, ¿Qué quiere decir?

El sindicalismo de industria o de base es una estrategia basada en la organización de la clase sobre la base del sector profesional. Los sindicatos de base no reclutan en función de la profesión o de la institución capitalista (privada o pública), sino en función de la mercancía o del servicio producido.

Por tanto, esta estrategia se basa en el sindicato y la federación de industria. Se coordinan a nivel territorial en uniones locales interprofesionales (UL) y a nivel nacional en una Confederación para socializar la acción.

El sindicalismo de industria no es monopolio de los SR. Los reformistas y los socialdemócratas también pueden ver su eficacia inmediata.

Pero para los SR es fundamental, porque establece la Doble Tarea. En el día a día, el sindicato de industria reúne a todo al proletariado del sector (a los que están en formación, a los que están en paro, a los que tienen contratos precarios, a los que tienen contratos indefinidos y a los que están jubilados), lo que le confiere una fuerza de huelga y un conocimiento global de la industria, de cada sector, de cada oficio y de cada situación laboral. Sobre todo, es la única herramienta capaz de elaborar un programa de reorganización de la industria. Por eso un sindicalista sólo puede dar una dimensión revolucionaria a su acción interviniendo de forma organizada en el sindicalismo de industria para orientarlo hacia una ruptura revolucionaria.

Información complementaria:

A menudo se critica a los CSR por denunciar a las organizaciones de afinidad. Con frecuencia es una forma de evitar el debate que proponemos sistemáticamente. Respetamos y aplicamos la Carta de Amiens. Los CSR están gestionados por camaradas de distintas procedencias filosóficas, lo que no sólo permite poner en común las experiencias individuales, sino también evitar tensiones artificiales. Se unen exclusivamente sobre la base de una práctica que forma parte de un planteamiento estratégico.

Por eso, la única crítica que podemos hacer a las organizaciones de afinidad es que a menudo no respetan su papel. No es el papel de un grupo de afinidad, sea o no miembro del partido, movilizarse sobre cuestiones de vivienda, explotación capitalista, educación ¡o incluso convocar una huelga! No tiene más sentido que intentar clavar un clavo con un destornillador. Desde la crisis del movimiento obrero en los años 20, era normal que los grupos de afinidad sustituyeran a las organizaciones de masas en todos los ámbitos. El resultado es que sus acciones son totalmente ineficaces, ya que no son capaces de movilizar a un gran número de personas a largo plazo. Se encierran en una sucesión de luchas aisladas, a menudo sin futuro y sin participar en la creación de una contra-sociedad de clases. Fomentan así una profusión de colectivos, asociaciones o comités que se ocupan de cuestiones parciales y alimentan automáticamente los reflejos socialdemócratas. Encerrados en esta estrategia de agitación permanente, los grupos de afinidad no cumplen su función de educación política básica: por ejemplo, llamando al proletariado a afiliarse a los sindicatos para socializar.

Al final, las organizaciones de afinidad se olvidan de hacer aquello para lo que fueron creadas: pensar una visión de la sociedad y una estrategia para llegar a ella, al tiempo que popularizan sus propuestas. En un planteamiento socialista, la organización de afinidad sólo puede llegar hasta cierto punto en su labor de reflexión y educación. ¡Y ya es mucho! La transformación social debe pasar necesariamente por las organizaciones sociales, es decir, por las organizaciones de masas.

Nos aplicamos el mismo rigor. Nos negamos sistemáticamente a intervenir directamente en las luchas cuando creemos que nuestras organizaciones sindicales pueden hacerlo. No podemos reemplazar a la clase trabajadora. Presentamos propuestas en las asambleas generales de sindicatos. Y sólo si las propuestas no se adaptan intervenimos como organización revolucionaria, sabiendo muy bien que el impacto será menor. Por eso hacemos hincapié en la cultura obrera del trabajo, para que recordemos para qué sirve cada herramienta y cómo deben utilizarse. Es imprescindible reapropiarse del conocimiento de cada una de estas herramientas (confederación, sindicato, grupo de afinidad, tendencia, etc.) si queremos obtener buenos resultados.

Fuente: https://www.regeneracionlibertaria.org

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