Represión policial contra activistas ecologistas en Croacia

La semana pasada, LNG Croacia demostró estar dispuesta a matar por dinero. Cuando el viernes 23 de agosto, de forma pacífica, una docena de activistas climáticas bloqueaban con kayaks la llegada de un buque cisterna de LNG a la terminal de la isla de Krk, el personal de seguridad de la compañía reaccionó de forma extremadamente violenta y desproporcionada, poniendo en riesgo la vida de las activistas.

El objetivo del bloqueo, al evitar el arribo del buque a la terminal y la transferencia de toneladas de gas a los conductos de suministro (para satisfacer las necesidades energéticas decadentes de Europa central) era oponerse de forma directa al creciente uso de combustibles fósiles, que se perpetúa a pesar de una catástrofe climática que se cobra vidas a nivel global. Esta acción se llevó a cabo para defender el derecho a un ecosistema saludable y en base a la obligación moral de proteger la biodiversidad y un planeta habitable. Al tomar partido contra la industria del gas natural licuado, las activistas protestaban contra la destrucción de hábitats y comunidades locales y globales, amenazados por el uso y extracción continuos de combustibles fósiles que alimentan la codicia del sistema capitalista.

Durante el bloqueo, las activistas fueron brutalmente atacadas por el equipo de seguridad y la policía con cañones de agua y otros medios de violencia física y psicológica. Mientras, las activistas les advertían a voces: «no hagáis esto, es peligroso», «me váis a matar, nos váis a matar» a lo que los dispositivos de seguridad, de forma repetida, contestaban: «pues entonces, morid», sin detener su embestida sádica contra las activistas.

La policía marítima, también presente en sus barcos, no solo evitó actuar para proteger a las activistas, supuestamente su principal deber, sino que apoyó e instruyó de forma activa el ejercicio de la violencia, colaborando con el equipo de seguridad privada en acciones peligrosas, y amenazando con asaltar y disparar a las activistas, quienes además fueron acosados e insultados. Una de las peores demostraciones de negligencia y total indiferencia hacia la seguridad de las actuantes fue el momento en que sacaron a una persona del agua justo por encima de un motor en marcha, entre risas.

Tras ser llevada a la orilla en estado de inconsciencia, una activista tuvo que ser trasladada inmediatamente a urgencias. El personal de seguridad le había atado las piernas mientras colgaba de un harnés, provocándole un trauma por suspensión. Le tiraron de las piernas y le golpearon por todas partes, incluyendo sus partes íntimas, durante más de una hora. Perdió la consciencia cuando cortaron la cuerda a la que se sujetaba, haciéndola caer al barco desde una altura de dos metros. Ya en tierra, la policía la arrastró por las rocas, riendo. En última instancia, y de forma dubitativa, avisaron al servicio de emergencia mientras la insultaban y ponían en duda la veracidad de su estado de parálisis.

Varias activistas decidieron bloquear la entrada del buque con sus cuerpos y se subieron a los paragolpes inflables que se usan para el atraque del buque. El personal de seguridad quiso evitarlo a toda costa y sin seguir ningún procedimiento de seguridad. Las activistas aseguran haber temido por sus vidas. Varias de ellas fueron continuamente empujadas contra el barco, golpeadas y lanzadas desde diversas alturas, y los kayaks fueron hundidos. Una vez en el agua, se les golpeó a propósito y de forma repetida en la cabeza con los palos que se usan para el rescate de personas. Al romperse uno de los palos, un miembro del equipo de seguridad comenzó a utilizar un gancho de pesca, hiriendo a una persona en el rostro – a menos de un centímetro de su ojo – y desgarrando el chaleco salvavidas de otra, causándole cortes en la piel, afortunadamente de poca gravedad. La violencia marítima continuó también fuera de la terminal, con el personal de seguridad abusando de su posición de poder y actuando fuera de su jurisdicción.

Tanto a las activistas que se desplazaban en kayak como a aquellas que escalaban se les disparó con cañones de agua, con frecuencia de manera deliberada apuntando a la cabeza, sabiendo que esto puede ocasionar serias lesiones en cabeza y cuello. Pese al uso de cascos, varias activistas mostraron síntomas de trauma craneal, así como náusea, vómitos y debilidad extrema.

Algunas estuvieron cerca de ser ahogadas cuando los barcos circularon peligrosamente cerca de forma intencionada, y tanto las unidades de la policía como las del equipo de seguridad aceleraron hacia las activistas con el motor en marcha, deteniéndose a menos de un metro de sus cabezas. Utilizaron los barcos para atraparles, haciendo uso del motor para crear remolinos que podrían tragarse a las que nadaban. Cuando una unidad de trabajadores que no estaban tomando parte en la embestida comenzó a grabar los actos, el personal con mayor autoridad de LNG les ordenó a voces que dejaran de grabar. Al mismo tiempo, mantenían alejados a las activistas que trataban de grabar usando cañones de agua y maniobras con los barcos. Parecía que preparaban un asesinato que no dejara pruebas.

Estas acciones violentas por parte del equipo de seguridad de LNG Croatia y la policía local, dispuestas al servicio de los intereses privados de la compañía, ya fue denunciada el año pasado. Entonces, en el transcurso de una acción pacífica, un miembro de seguridad atacó violentamente a varias activistas, provocándoles lesiones. Junto a ese mismo miembro, en esta ocasión hubo muchos más actuando de forma más que temeraria, y exhibiendo lo que podría calificarse como una actitud intencionadamente homicida. El personal de seguridad se mostró dispuesto a lesionar o incluso matar a personas para proteger los beneficios de su compañía. La contratación de este tipo de personal miliciano es evidentemente una decisión estratégica de la empresa, respaldada de forma incondicional por un estado cuyos órganos represivos acudieron también para proteger intereses privados.

La violencia y deshumanización de las activistas, así como la privación de sus derechos, continuó durante los arrestos y en la comisaría de Krk. Tras ser arrastradas fuera del agua con lesiones y en estado de hipotermia, se les negó atención médica, separándoles a empujones del equipo médico presente en el lugar, y siendo introducidas en furgones. La policía no dio en ningún momento razones para los arrestos ni informaron a las personas sobre sus derechos. Pese a las múltiples peticiones para que se identificaran, los oficiales se negaron a dar su número de placa y siguieron actuando de forma agresiva.

Al llegar a comisaría, mojadas y con temblores por el frío, las activistas fueron introducidos en celdas con el aire acondicionado encendido. Hasta ocho personas fueron hacinadas en una celda individual con una sola manta. No se respetaron condiciones mínimas de higiene, con un agujero inundado en el suelo haciendo las veces de retrete. Una de las detenidas se encontraba en malas condiciones de salud, enferma y con diarrea, y se le negó asistencia médica, privacidad y condiciones de higiene decentes. El acceso a agua potable fue inadecuado y deshumanizante, proveyéndose una única botella, la cual no pudo ser compartida tras beber de ella una persona enferma, y ya casi no se suministró más agua durante el transcurso de la detención. Se negó la provisión de comida durante más de nueve horas, y entonces se suministró a las activistas una cantidad mínima de pan seco.

Se negó también el derecho legal a una llamada telefónica y el acceso a un abogado. A las activistas se les mintió constantemente, se les amenazó con violencia, fueron insultadas, torturadas de forma sádica y se les negó de forma deliberada condiciones mínimas para su descanso.

Al personarse el abogado de las activistas en comisaría y solicitar comunicación con las arrestadas, este fue también amenazado con el uso de la violencia y arresto y se le negó consulta legal con las afectadas.

Tras solicitarlo, también se le negó conocimiento de los números de placa de los oficiales allí presentes, quienes infringieron la ley de forma clara y conocedora, abusando de su poder y dejando de lado los procedimientos legales requeridos.

Todo lo anterior evidencia hasta qué extremos puede llegar la violencia del personal de seguridad – operando de facto como milicia privada – y hasta qué punto la represión policial puede intensificarse cuando es puesta al servicio de intereses privados. También manifiesta el desequilibrio de poder de ambas partes – activistas pacíficas en kayaks hinchables luchando por un futuro mejor para todos de un lado, grandes barcos con cañones de agua y personal armado dispuesto a – y deseoso de – herir e incluso matar a seres humanos para proteger los siempre crecientes beneficios de una compañía. Por tanto, resulta ingenuo e inútil esperar justicia en un sistema inherentemente injusto, y se reafirma la obviedad de que para alcanzar la justicia – climática y de cualquier otro tipo – la forma en que se organizan las necesidades de una sociedad ha de cambiar de forma radical.

La violencia y brutal represión infligida en agosto de 2024 en Krk no detendrá la lucha contra el capitalismo y sus lobbies fósiles. Al contrario, solo generará aún más resistencia más allá de las fronteras y las naciones, porque el futuro de la gente de Krk, del Adriático y del resto de geografías depende de ello. ¡El poder para la gente, el pueblo al poder!

Fossil

Free Adriatic

Recibido el 29 de agosto de 2024


Colaboraciones a edicionesapestosas[arroba]riseup.net


 

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