Estado como problema ecológico: Murray Bookchin y la ecología social

Frente a la crisis sistémica que estamos enfrentando, donde la dimensión ecosocial es la que atrae poderosamente nuestra atención, parece urgente pensar y aplicar las alternativas al actual sistema de explotación y dominación de la naturaleza humana y no humana. El anarquismo nos ayuda a enfocar nuestra atención en el problema del Estado, de la dominación y de la jerarquía, es decir, en el aspecto político de la cuestión. Dicho acercamiento no es nada obvio, tomando en cuenta que la mayoría de los análisis y las propuestas de alternativas se concentran en la dimensión económica, es decir, responsabilizan el capitalismo y sus formas voraces de acumulación a través del despojo y la sobreexplotación de la «naturaleza barata», como diría el marxista Jason Moore. De ahí, las corrientes como el ecosocialismo / ecomarxismo (1) proponen como alternativa un cambio del sistema económico al socialismo con un papel importante del Estado como supuesto protector de la naturaleza. Una especie del buen policía verde que regule la economía para que sirva al ser humano y a la naturaleza al mismo tiempo. En este sentido, el ecosocialismo significaría el cambio de modo de producción, mas no del paradigma político.

El anarquismo, al contrario, plantea que la crisis ecosocial no se enfrenta sólo en su dimensión económica, sino que, además y en profunda conexión, es un problema político, es decir, no sólo importa cómo producimos, sino también como nos organizamos políticamente como sociedades y qué tipo de relaciones establecemos con el mundo natural al que pertenecemos. De ahí, la ecología en los tiempos del colapso ecosocial no se puede concebir tan sólo desde las miradas reduccionistas económicas, tecnológicas o morales, sino necesita incorporar el aspecto político, poniendo en duda el dogma de la inevitabilidad del Estado y explorando formas de la autoorganización, el autogobierno y la autonomía. En pocas palabras: el Estado es un problema ecológico y como tal parece discapacitado para la construcción de una sociedad ecológica, transitar hacia una nueva economía verde o hacer cualquier tipo de «revolución de paradigmas», ya que constituye parte nuclear del viejo paradigma de una modernidad autodestructiva, insostenible y depredadora.

Para sustentar tal tesis, podemos apoyarnos en la obra anarquista de Murray Bookchin que plantea la necesidad de pensar una «ecología de la libertad», es decir, conectar los aspectos de organización política con la dimensión ecológica de lo social. En los libros La Ecología de la Libertad: Surgimiento y disolución de la Jerarquía de 1982, junto con Seis tesis sobre el municipalismo libertario de 1984 nos expone sus reflexiones sobre la ecología social desde la mirada, por una parte, profundamente anticapitalista y, por la otra, antiestatista. Según el autor, el mensaje más fundamental de la ecología social consiste en vincular la dominación y la explotación que ejercen el capital y el Estado sobre los seres humanos con la idea de dominar la naturaleza. En este sentido, la crisis ecológica es también una crisis social y la jerarquía entre humanos se extiende a la jerarquía impuesta al mundo natural en una especie de unidad de dominaciones.

Eso lo lleva a criticar las propuestas unilaterales que separen la naturaleza de la sociedad y al revés, denunciando que dicha separación es irracional, puesto que lo social y lo natural no tienen por qué existir en un antagonismo y habría que recuperar su unidad en la complementariedad: «Hemos olvidado como ser organismos y hemos perdido la sensación de pertenecer a la comunidad natural» (1999: 382). Su profunda reflexión sobre la naturaleza misma que recupera, entre otros, de Kropotkin, nos muestra modos no jerárquicos de organización, de apoyo mutuo, de la colaboración y de la reciprocidad: «El mutualismo, la libertad y la subjetividad no son valores y preocupaciones exclusivamente humanas» (1999: 495). Reconoce la agencia de la naturaleza que no es un conjunto de «cosas» a explotar, a dominar o administrar, sino un sistema vivo y complejo. Nuestro existir en ella y con ella y su existir en nosotrxs y con nosotrxs nos exigen pensar la agencia
humana de otra manera. ¿Pueden nuestras obras no sólo no depredar la naturaleza, sino contribuir al desarrollo de su biodiversidad y a su plenitud en em marco de la política de la reciprocidad?, se pregunta Bookchin, llamando a una relación de ayuda mutua entre lo humano y el resto del mundo natural. De ahí, la ecología social es la manera de cómo socializamos con la naturaleza, es decir, más allá de lo que identificó Marx como el metabolismo de los procesos de producción, y en contra del ambientalismo capitalista y sus técnicas «sustentables», el anarquismo de Bookchin se plantea cómo nuestras comunidades se hacen ecosistemas sociales.

Su «ecología libertaria» necesariamente denuncia el Estado como un problema ecológico y propone, radicalizando la democracia, las formas de organización social alternativas, siguiendo el clásico principio federativo de Proudhon, el «municipalismo libertario», que más adelante en su trayectoria rebautizará como el «comunalismo». Se trataría de una descentralización radical y anticapitalista de la sociedad y de la economía basada en la democracia directa y la autonomía de los municipios/comunas/comunidades que socializarían los bienes naturales y los
medios de producción, tendrían el control sobre sus procesos productivos adecuados a las necesidades sociales y no del mercado, al mismo tiempo que se federarían en entes más grandes para establecer una interdependencia horizontal entre sí y poder manejar problemas regionales complejos, evitando caer en una autarquía precaria.

En este sentido, se trataría de una estructura confederada, una «comuna de comunas» capaz de sustituir al Estado y su principio centralista y monopolista, por una red de autonomías autorreguladas y autogestionadas con conciencia ecológica. De ahí, Bookchin propone la construcción de una sociedad cooperativa en vez de competitiva que se encargue de la producción y la distribución racional de los insumos, una vez reducidas las necesidades superfluas despertadas por el mercado capitalista, basándose en las biorregiones con altos grados de autosuficiencia local y regional, aunque necesariamente interdependientes. Se trataría de una desglobalización de las cadenas productivas y de consumo contra la interdependencia global que tendría que ser sustituida por la mencionada interdependencia local y regional de municipios o comunas («municipalización de la economía»).

Según el autor, sólo las formas del municipalismo libertario o comunalismo permiten afianzar una sociedad ecológica, al evitar la centralización, la burocratización y la imposición de un abstracto interés general abstracto la humanidad, la nación, el pueblo, etc. que, en realidad, sería el del Estado y su casta política. La centralización y la expropiación de la capacidad e iniciativa política conllevaría a formas poco ecológicas de desenvolvimiento humano que sacrifican lo local y el vínculo directo de las comunidades con el territorio, además de concebir la naturaleza como un ente general abstracto y no un biosistema concreto. En este sentido, un posible Estado «ecosocialista», todavía más centralizado que el Estado capitalista, nos llevaría a una dictadura ecológica, con las ya conocidas burocracias, fácilmente desembocando en un totalitarismo/terror ecológico con altas dosis de irracionalidad, contradicción y violencia.

En resumen, según Bookchin, la cuestión ecológica exige una reconstrucción profunda de la sociedad y la destrucción del fetiche del Estado, por lo cual su lucha, como la nuestra, no es sólo por salvar el planeta, sino por construir una sociedad ecológica plural y libre.

Gaya Makaran

Publicado originalmente en Regeneration #10

Fuente: https://federacionanarquistademexico.org

Recibido el 23 de junio de 2023


Bibliografía

Bookchin, Murray, La Ecología de la Libertad: Surgimiento y disolución de la Jerarquía, Madrid, Madre Tierra, 1999.

Bookchin, Murray, Seis tesis sobre el municipalismo libertario, México, Ediciones La Social, 2015.


Notas

(1) Por ejemplo, Michael Löwy y su Ecosocialismo. La alternativa radical a la
catástrofe ecológica capitalista de 2012.


 

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