Este pequeño escrito busca transmitir, compartir y poner sobre la mesa una serie de tensiones y posibles lecturas del panorama social y político que nos toca atravesar.
Sin buscar certezas inamovibles, ni verdades a medias, nos interesa potenciar el debate y las perspectivas antiautoritarias, autónomas, anárquicas que no buscan lanzarse sobre el tambaleante clima de diciembre para rascar votos o pensar representaciones, sino para extender la rabia y la negación contra el mundo del capital y las falsas dicotomías que nos impone.
Contra los viejos ídolos del nacionalismo y la patria, y sintiéndonos parte de las manifestaciones espontaneas y del encuentro en las calles, esperamos que estas palabras sigan alentando las prácticas rebeldes. (Por Expandiendo la Revuelta)
“Desde el momento en que gobernar se ha reducido a un ejercicio de comunicación, el mantenimiento de cierto estado de explicitación pública forma parte del mantenimiento del orden general. Es como si existiera una aduana impalpable, la cual garantiza que los contenidos política y existencialmente peligrosos se detengan en la frontera y que, al mismo tiempo, se cobre su cuota de sentido sobre cualquier otra posible circulación”
El pasado 10 de diciembre asumió la presidencia Javier Milei y en solo 19 días ya presenciamos el avance de una serie de proyectos (actualmente latentes) con un carácter explícitamente represivo, acompañando una cantidad importante de recortes, privatizaciones, inflación, despidos y una amplia gama de beneficios a las grandes multinacionales en nombre de la libertad de mercado. Desde la serie de leyes anuladas y modificadas por DNU que abarcan alrededor de 300, hasta la reciente “ley ómnibus” que será presentada al congreso en sesiones extraordinarias e incluye la aceptación de dicho DNU y mayores protocolos represivos, recortes estatales, derogación de leyes ambientales, apertura de las fronteras a ejercicios de ejércitos extranjeros, y un largo etcétera de medidas que no solo significan un avance de la explotación capitalista sino incluso una sobredimensión del poder presidencial que podría tocar los límites (siempre ficticios) de la democracia parlamentaria.
Frente a este contexto podríamos preguntarnos,
¿Cuál es nuestro rol? ¿Cuáles son nuestras perspectivas?
Luego de los cacerolazos iniciados espontáneamente el miércoles 20 de diciembre, además de una marcha impulsada por sectores de izquierda, y el comienzo del “protocolo antipiquetes”, se abrieron más incógnitas que certezas, muchas de estas aun abiertas luego de la reciente marcha de la CGT el miércoles 27.
Si bien los cacerolazos fueron, y son, una clara demostración de la potencia espontánea, de la rabia, y del movimiento que todavía sigue vigente frente al avance neoliberal, estas expresiones también tienen sus limitaciones principalmente ligadas al ciudadanismo y a las lógicas democráticas. Aunque estos procesos son extensos, y no se definen luego de algunas manifestaciones callejeras, sí son una demostración del nivel de institucionalización y de los valores discursivos que se manifiestan en los cortes de calle. “La patria no se vende, se defiende” “¿Adonde está la CGT?” “Milei vos sos la dictadura”, conviven con “Que se vayan todos”, “yuta basura” y “unidad de los trabajadores”, todas aunadas bajo un halo de ciudadanismo que se mantiene en tensión con el propio orden democrático que dice defender. Por un lado, se insulta a la policía y al mismo tiempo se reivindica que las manifestaciones sean pacificas, así la policía no avanza sobre lxs manifestantes, y lxs manifestantes tampoco buscan la confrontación directa.
Hoy podríamos decir que estamos en esa tensión donde los desbordes existen, pero son mínimos, algunas pintadas, cantitos antiyuta, expresiones propias y genuinas que conviven con el nacionalismo y la defensa de la patria.
En esta amalgama que nos toca afrontar, repetimos la pregunta ¿Cuál es nuestro rol? ¿Es enfrentarnos al nacionalismo y sus viejos ídolos? ¿Es intentar desbordar las marchas? ¿Es actuar por fuera de todas estas expresiones mediatizadas? ¿Dónde está el conflicto?
Los días pasan a un ritmo extremadamente acelerado y muchas veces se vuelven inabarcables, tanto en nuestra participación como en una lectura más o menos amplia de lo que está sucediendo, una respuesta fácil seria que sí, que hay que participar de todas las instancias que se puedan, y como se pueda, y aportar nuestro “granito de arena”, esto es sumamente valido, pero también necesitamos ser críticxs de nuestras acciones y del lugar que ocupamos en la guerra social. Tanto las propuestas de tinte más social (o populistas) que hacen oídos sordos al carácter nacionalista y representativo de muchas manifestaciones, y las de carácter más egoísta (por no decir encerradas en si mismas) que ve en todo ciudadano un enemigo, pecan de un idealismo que niega las potencias del conflicto y nos limitan a seguir la marea o a enfuscarnos en criticas panfletarias.
Nos encontramos en un punto donde la “falta de representatividad” es un tema transversal en la política, principalmente en los sectores opositores al gobierno, de ahí que frente al aluvión de medidas antipopulares una cantidad importante de personas se aferren a las herramientas que encuentran a mano. El llamado a la CGT o al congreso para la derogación de las leyes (a mi criterio) no tiene que verse como un voto de confianza a las instituciones, sino como un grito de ahogado en un ciclo de representatividad que está tambaleando, en este sentido figuras como grabois, moreno, belliboni, bregman, se lanzan desesperadxs para ser focalizadxs como representantes de la nueva supuesta “resistencia”, y la CGT y el peronismo mantienen su fortaleza en el pacto, en el cuidado de la caja sindical y el acuerdo con la burguesía. El lugar de crecimiento partidario de la izquierda y de figuras “disidentes” dentro del peronismo es hoy la bandera del conflicto ciudadano, profundamente mediatizado, pero tanto para los sectores mas pactistas como para los más “disidentes”, el conflicto radical y el choque no son fructíferos, porque la ruptura con el orden es antagónica a la acumulación de poder estructurada de los partidos políticos, que, aun así, intentan acomodarse a las circunstancias.
Pero ¿Dónde está el conflicto?
Detrás de cada manifestación hay un carácter simbólico que desborda lo político pero que en gran parte se mantiene dentro de sus márgenes, en el proceso que estamos viviendo todavía no se agotaron las opciones representativas del poder legislativo, de hecho, hoy son la “última esperanza” para detener el avance gubernamental. Si bien las marchas, los cacerolazos y el llamado a paro nacional son prácticas que influyen y condicionan el accionar político y legislativo, también sabemos que por su propia naturaleza el Estado puede pasar por sobre ellos sin demasiados perjuicios, cooptando y pactando con algunas cabecillas, y reprimiendo y aislando a los sectores en lucha, fuimos testigxs de procesos que duraron décadas con estas lógicas, tanto con el menemismo como con el kirchnerismo, de hecho los sectores radicalizados que se opusieron al avance del Estado en su formato neoliberal o progresista siempre fueron minoritarios y por fuera de las lógicas de los partidos.
En este caso hay una particularidad que radica en los amplios sectores que se ven rápidamente afectados con el “cambio” de Milei, hay una gama amplia que va desde la ley de alquileres, hasta la ley de tierras, las manifestaciones callejeras, los subsidios al transporte, el financiamiento de entes culturales y científicos, etc. que afectan directamente a casi toda la población y ya no existe un enmascaramiento en las políticas del Estado, ni siquiera se hace demasiada mención al “pueblo”, sino a los beneficios del “sector privado”.
En esta línea la falta de una proyección en las manifestaciones viene aparejada con la falsa dicotomia Estatismo-liberalismo, donde caemos nuevamente en la idealización del pasado, del estado de bienestar, de las “políticas públicas”, en contraposición a la libre competencia, la relación con estados unidos e Israel, y la ‘meritocracia’. Falsa dicotomia porque sabemos que del pasado no hay nada que rescatar, que la explotación animal y de la tierra, la propiedad privada, la policía, el trabajo, la mercantilización de la vida, las cárceles, son inherentes al sistema en el que vivimos, por más leyes, parches, y frases hechas para argumentar un “comercio más justo”. Así se defiende a YPF en contra de la privatización bajo las lógicas de la eficiencia y la producción, pero nunca es un tema de debate la destrucción de la tierra y de quienes viven en zonas aledañas a los pozos petroleros, de la misma forma con la explotación del litio donde el tema se resume en el valor del mercado y la puja entre compradores, o las plantaciones de soja y las fumigaciones, y podríamos seguir con cada una de las leyes, desde la ley de alquileres, hasta la cultura estatal, el punto está en las posibles rupturas contra el mercado, contra el capital, saliéndonos de las lógicas de eficiencia, que ni siquiera son reformistas, son simplemente administrativas bajo formas estatales y/o privadas.
“Nada es cercano para el que flota. La esperanza, ese muy ligero pero constante impulso hacia el mañana que se nos comunica día tras día, es el mejor agente del mantenimiento del orden. Se nos informa cotidianamente de problemas contra los que no podemos hacer nada, pero para los que sin duda mañana habrá solución. Todo el asfixiante sentimiento de impotencia que esta organización social cultiva en cada uno de nosotros hasta donde alcanza la vista no es más que una inmensa pedagogía de la espera. Es una huida del ahora”.
Para poder aterrizar nuestras ideas y potencias podemos pensar en relación a un entorno más amplio, al lugar que ocupa el gobierno argentino dentro de los entramados del capitalismo internacional, por ejemplo como plantean algunxs compañerxs al otro lado de la cordillera:
El capitalismo en su actual etapa de desarrollo transita por una crisis de alcance mundial que no puede ser superada dentro de los márgenes del sistema mismo. El capital es una contradicción en proceso, ya que tiende, mediante la competencia entre productores privados, a reducir al mínimo el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir mercancías, mediante la aplicación de nuevas tecnologías, que paradójicamente requieren de cada vez menos mano de obra –seres humanos– en el proceso de producción: el problema radica en que solo el trabajo vivo realizado por la humanidad crea valor. De esta manera se mina la base sobre la cual se desarrolla la autovalorización del capital, aumentando vertiginosamente una masa cada vez mayor de personas que “sobran”, son “superfluas” y “no sirven” para las necesidades del capital, pero que continúan necesitando dinero para no morir.
En este sentido estamos frente a un movimiento constante en el avance de formas de producción y reproducción capitalistas en donde los Estados alternan su gobernabilidad y funciones administrativas bajo las lógicas más eficientes para el mercado y el sostenimiento del orden social. El lugar que ocupa argentina dentro del contexto sudamericano no puede ser visto con los mismos ojos que pensamos por el ejemplo la función adoptada por los Estados europeos o estadounidense. Así como las fuerzas de “resistencia” se agrupan de forma ordenada frente al orden regional, por ejemplo, las izquierdas institucionales europeas se mueven bajo esquemas contrarios al nacionalismo, tendiendo hacia un “europeísmo” y a las finanzas internacionales bajo el halo de la socialdemocracia, mientras que slogans que acá son vistos como “progresistas” (la patria no se vende, se defiende) podrían ser la bandera principal en una marcha contra la inmigración en Italia. Esto no significa, solamente, que muchas de las consignas y de los valores sociales que se manifiestan en los sectores progresistas sean fuertemente conservadores, sino que también responden a una historia nacional, a una retorica impuesta desde el Estado y sobre todo a que el “enemigo” actual viene acompañado con todas las insignias de la bandera estadounidense.
Ahora, contrariamente al fascismo que históricamente supone una reacción a los movimientos revolucionarios, “el movimiento autoritario que se da no es ni tampoco, hablando en términos técnicos, una movilización reaccionaria. No reacciona a un empuje de la modernidad. Es expresión de ella”. Es necesario entender esta lógica para que nuestra respuesta al avance del reacomodo estructural del capitalismo no signifique una reacción hacia la reivindicación estatal y legislativa, sino una ruptura que pueda potenciar ese encuentro, ese congelamiento del tiempo y aterrizaje con el presente que se dio por ejemplo cuando los distintos barrios de capital y del pais organizaron decenas de cortes de forma espontánea.
Así como la dictadura y el menemismo fueron la cara del avance de las privatizaciones en la “nueva vuelta de tuerca del capitalismo” que supuso el vaciamiento de las industrias nacionales y de los movimientos obreros hacia una estructuración global en torno a las finanzas y la descentralización de las manufacturas, el kirchnerismo extendió y profundizó el lugar de argentina como productor de materia prima con la llegada de Monsanto, Barrick Gold, Chevron, etc. y la constante expansión del mercado inmobiliario, el despojo y la privatización de tierras y el beneficio del sector hotelero. “El progresismo es el progreso del Capital, por más que se lo quiera pensar como el progreso de la sociedad contra la avanzada capitalista.”
Entonces la “salida”, o las acciones, las perspectivas, que puedan enfrentar esta línea directa de avances capitalistas hacia una vida cada vez más recortada, más distanciada, separada, alienada y explotada, no puede partir de ningún punto de ese recorrido previo, ni tampoco de la idealización de los procesos de resistencia que (lamentablemente) fueron derrotados.
“Todas las razones para hacer una revolución están ahí. No falta ninguna. El naufragio de la política, la arrogancia de los poderosos, el reinado de lo falso, la vulgaridad de los ricos, los cataclismos de la industria, la miseria galopante, la explotación desnuda, el apocalipsis ecológico … no se nos priva de nada, ni siquiera de estar informados de ello. Todas las razones están reunidas, pero no son las razones las que hacen las revoluciones; son los cuerpos. y los cuerpos están delante de las pantallas”.
Hay un rasgo en todas las manifestaciones que se parecen más a un ejercicio de operaciones para el control de las masas que a las particularidades por las que dicen estar motivadas. Tanto en la marcha diurna del miércoles 20 como en la de la CGT del 27, se repite de forma maximizada el teatro comunicacional de los cortes de calle, en una cámara aérea las masas en tribunales o en plaza de mayo, a pantalla partida Bullrich y Milei en la central de la policía de la ciudad “controlando el operativo”, en el medio los noteros ávidos de sangre buscando declaraciones en estación constitución, toda una gran obra mediatizada y expuesta para youtube y twitter, mientras los “medios independientes” ya redactan su columna sobre la represión incluso cuando todo transite sin demasiadas complicaciones.
Intentando no caer en el cinismo, podemos decir que si, hay expresiones que suceden a pesar del espectáculo mediático, pero no deja de ser un factor central la mediatización de las calles, tanto por los medios oficiales como por cada persona/celular atenta a captar lo que suceda o a ser visible por lxs otrxs. Esta mediatización responde y acompaña el lugar político previamente acordado en las manifestaciones, donde se “acompaña a los dirigentes”, o se “visibiliza el reclamo”, y se distancia y resquebraja cuando surgen de la espontaneidad o de sectores más pequeños. La pregunta que podemos hacernos es cómo avanzamos hacia una desinstitucionalización de las marchas.
“La verdadera fecundidad de una acción reside en el interior de sí misma. Esto no significa que no exista, para nosotros, una cuestión de eficacia constatable de una acción. Significa que la potencia de impacto de una acción no reside en sus efectos, sino en lo que se expresa inmediatamente en ella. Lo que se edifica sobre la sola base del esfuerzo acaba siempre por derrumbarse por causa de agotamiento. De forma típica, la operación que el cortejo de cabeza hizo sufrir al dispositivo procesional de la manifestación sindical es una operación de destitución. Con la alegría vital que expresaba, con la agudeza de su gesto, con su determinación, con su carácter afirmativo tanto como ofensivo, el cortejo de cabeza atrajo hacia sí mismo todo lo que continuaba vivo en las filas militantes y destituyó la manifestación como institución. No con la crítica del resto de la marcha, sino haciendo un uso distinto al simbólico del hecho de tomar la calle. Sustraerse de las instituciones es todo salvo dejar un vacío, es ahogarlas positivamente”.
Con esto no queremos decir que los medios sean directamente replicables, pero si compartimos la idea que “Sustraerse de las instituciones es todo salvo dejar un vacío, es ahogarlas positivamente”, detrás de las incomodidades, de las frustraciones, de nuestras quejas, tiene que surgir una propuesta de carácter afirmativo, incluso aunque sea riesgosa, sin desesperarse, pero siendo conscientes que esperar a que la inercia mediática-política-espectacular decante en una intensificación del conflicto, solo nos convierte en espectadores de nuestras vidas. Sabemos que no somos lxs únicxs y que no queremos ser la vanguardia de nada, pero llega un punto en donde las acciones tienen que hablar por si mismas.
Expandiendo la Revuelta
29 de diciembre de 2023
Fuente: https://expandiendolarevuelta.noblogs.org