Canibalismo social y la autoorganización en la región griega (II): Atribución de responsabilidad por la ejecución del mafioso Habibi por Grupo de Milicias Armadas

En esta segunda entrega de artículos publicados en el libro «Anarquistas y radicales contra el canibalismo social en Grecia» (2023) – compilación de la Editorial Pensamiento y Batalla -, continuamos con la idea de seguir debatiendo y tensionando posturas respecto al fenómeno de la descomposición social y la violencia asociada al tráfico de drogas, la competencia y la imposición de la relación social capitalista en nuestros territorios – es decir la «ley del más fuerte»-. Por lo anterior, les compartimos el siguiente comunicado del Grupo de Milicias Armadas luego de ejecutar a un mafioso de Exarcheia que amenazaba al movimiento antiautoritario en el 2016, a modo de seguir pensando formas de accionar para enfrentar a las mafias y sus nefastas presencias en nuestros barrios y calles (Nota Lapeste.org).


Atribución de responsabilidad por la ejecución del mafioso Habibi

Asumimos la responsabilidad de la ejecución del mafioso Habibi, quien durante años ha sido líder en los incidentes de violencia contra residentes y visitantes de la zona de Exarcheia, que culminaron en el ataque asesino a tres compañeros del Centro Social Okupado K*Vox el pasado mes de marzo.

El carácter paranoico de este individuo y la violencia desenfrenada que ejercía a la menor provocación lo convirtieron en un potencial asesino en serie, en el temor y el terror de la zona. Las intimidaciones, los robos y las puñaladas que estaban incluidos en el repertorio de su presencia diaria en la plaza de Exarcheia le dieron margen para pretender ser el amo que (supuestamente) nadie podía desafiar. Con el respaldo de una manada de caníbales que lo rodeaba, pero también con las espaldas de la mafia y la policía, operaba tranquilamente vendiendo droga y aterrorizando al barrio, que indefenso e impotente ante él, se sometía a su poder en silencio.

El miedo que provocaba su acción delictiva le daba cada vez más audacia, ya que reiteradamente cometía actos violentos con intención homicida frente a decenas de transeúntes, dejando tras de sí a personas ensangrentadas y moribundas, mientras al mismo tiempo él permanecía en la zona presumiendo imperturbable. Y es que, además de ser drogadicto y paranoico, sabía muy bien que no habría consecuencias. Porque sabía que nadie intervendría, por la sumisión consensuada que impone el miedo. Porque sabía que no iba a ser arrestado, ya que, al ser un empleado de la mafia, en esencia también era un empleado de la policía.

Sin embargo, esta osadía suya finalmente resultó ser “suicida”, cuando cometió el error de atacar a tres compañeros anarquistas de K*Vox, hiriendo a dos de ellos. La gota que colmó el vaso y la aplicación de la ley revolucionaria impuso su sentencia de muerte. No sólo en el marco de la venganza por los compañeros heridos, sino también en defensa de un barrio tan desesperado, por lo que estamos segur@s que sería un alivio para el barrio saber de la ejecución de este bastardo. Porque alguien tenía que tomar medidas. Por la restauración, incluso marginal, de las relaciones de poder en el barrio de Exarcheia, por el recordatorio de que el brazo largo del Estado dentro del Estado tiene que lidiar con el brazo castigador del movimiento.

Hablando de Estado profundo, debemos dejar claro que para nosotr@s la ejecución de esta persona en particular no se limita solo a un golpe contra el canibalismo que reina en Exarcheia. No percibimos la violencia caníbal como una generalidad social. No somos sociólog@s, pero estamos posicionad@s de manera clasista en la guerra contra el capital y, como tales, entramos en la batalla para recuperar Exarcheia. Con esta orientación, la ejecución específica se extiende también al conflicto material con el complejo paraestatal mafia-policía. Es decir, se extiende al combate contra una de las expresiones más duras del capital. Y es que Habibi fue reclutado por la mafia de Exarcheia, no solo como uno más de las decenas de narcotraficantes que operan en la zona, sino también como un agente que custodiaba con violencia las regulares ganancias de sus jefes.

La rica biografía de Habibi, que incluía todo tipo de actividades antisociales, le había convertido en el lugarteniente, el vigilante furioso de la mafia en la plaza de Exarcheia. Y era un matón porque su violencia, por muy psicótica e irreflexiva que fuera, actuaba como una amenaza para cualquier persona que pensara perturbar el tráfico normal de drogas. En definitiva, contra cualquiera que cuestionara la hegemonía de la mafia en la plaza de Exarcheia.

Al ejecutar a Habibi, dejamos claro que efectivamente estamos desafiando la hegemonía de los narcotraficantes. Que también tenemos los medios para tratar con ellos y que, si es necesario, nos enfrentaremos frontalmente con ellos. Una confrontación histórica y políticamente imperativa.

El complejo entre la mafia y la policía, si bien es un fenómeno que se ha constatado muchas veces y que ya no sorprende a nadie, en la zona de Exarcheia se expresa en términos reveladoramente abruptos. Quienes viven, trabajan o frecuentan la zona, saben muy bien que las plazas de venta de droga no solo no están ubicadas en lugares aislados, sino que ocupan los lugares más céntricos alrededor de la plaza de Exarcheia. También saben quiénes y cuándo venden drogas, ya que estamos hablando de turnos de casi veinticuatro horas que realizan personas que viven y se mueven por Exarcheia. Saben qué tiendas actúan como fachada para el lavado de dinero, quiénes son los jefes de la mafia y por dónde se mueven visiblemente armados. También saben que el jefe de la Comisaría de Exarcheia se reúne con algunos de ellos en un ambiente especialmente agradable. Todo está sucediendo frente a nuestros ojos todos los días y nadie habla.

Y nadie habla porque reina el miedo o la indiferencia. Y lo que es peor, porque hasta entre las fuerzas sanas del barrio prevalece la futilidad de que nada cambia. De hecho, las raíces de la red entre matones, “anarquistas”, hooligans, mega-comerciantes, narcotraficantes y policías son profundas. Y son tan profundas que se necesita un terremoto para arrancarla de raíz. Este terremoto es nuestro objetivo, y para lograrlo primero debemos dividir claramente los campos de batalla. ¿Quiénes somos nosotr@s y quiénes están enfrente? Para que podamos medirnos y que se detengan la tolerancia, los tratos y el balanceo en dos barcas. No tod@s somos un solo vecindario y este vecindario no puede acomodarnos a tod@s.

Sería ridículo que la policía alegara desconocimiento de personas y situaciones y, peor aún, no poder intervenir por miedo a l@s anarquistas. Y sería risible, porque la policía allana, tortura y arresta a l@s anarquistas con especial habilidad y ferocidad cuando se producen conflictos en el barrio. ¿Por qué no puede pasar lo mismo con los traficantes de drogas, los sacacuchillos y los matones? La pregunta es obviamente retórica. Y es retórica, porque desde nuestra posición de activistas sociales no podemos denunciar la inacción de la policía, dando a entender que necesitamos su intervención para solucionar el problema. Por el contrario, lo que destacamos al hablar de la ausencia de protección de la policía es la aparente fusión de intereses, la existencia de un frente paraestatal, que sólo puede ser abordado por el mundo de la lucha. Así que no nos hagamos ilusiones, esperando ayuda de los organismos e instituciones oficiales. Todos están metidos en ello y todos están contra nosotr@s.

Entonces, el asunto de Exarcheia, en su esencia, se refiere al conflicto con los mecanismos de acumulación colateral de capital. En otras palabras, estamos hablando de lo paraestatal, la otra cara de la rentabilidad capitalista. La llamada economía clandestina es un circuito inimaginablemente grande de miles de millones. Después de todo, hoy en día, es particularmente característica la confesión de que los fondos “negros” salvan el sistema bancario a nivel internacional, demostrando así no solo el volumen de ganancias, sino también la convergencia de la economía capitalista “ilegal” y “legal”. Dada esta afinidad, es evidente que las mafias son la expresión organizada de la economía “negra”, y por tanto también la organización colateral del aparato estatal. Jueces, periodistas, polític@s, empresari@s y policías conforman el personal de dirección de la economía sumergida, utilizando como “fachada” a l@s divers@s idiotas útiles para hacer el trabajo sucio.

Así también los narcotraficantes de Exarcheia, que están formados por elementos lumpen-parásitos, “inflables”, criminales y por gangsters imaginarios, son simplemente los idiotas útiles para la Comisaría de Exarcheia y GADA[1], los centros oficiales de control del narcotráfico. Estos sinvergüenzas, haciéndose pasar por los Escobar y los intrépidos, son delatores comunes y colaboradores de la policía, son taimados y cobardes porque sin sus protectores no se atreverían a levantar no solo la mano, sino ni siquiera la mirada frente a l@s que luchan por el barrio de Exarcheia.

Entendiendo el problema de raíz, llegamos a la conclusión de que la guerra contra las mafias, es una guerra en el seno de la acumulación capitalista, es una guerra anticapitalista. Por eso, y para no perdernos en esquemas teóricos que acaban por no combatir con las mafias porque el capitalismo existirá incluso sin ellas, decimos que —por fin—  por algún lado hay que empezar. Porque el capitalismo no es una relación abstracta, sino tangible, material y muy concreta. Así, la guerra por mantener un barrio limpio del enjuague que la escoria capitalista encalla a través de la mafia no es una guerra de ideas, sino una guerra por cambiar las relaciones materiales de poder.

Claramente, el barrio de Exarcheia está plagado de una serie de problemas. El punto de partida de todo esto es la transformación de Exarcheia en una zona de consumo masivo, que atrae a la mafia y, en última instancia, provoca la alteración política y cultural de la zona. La concentración de decenas de locales, que se benefician de la carga histórica y política de la zona y lucran vendiendo alternativismo y pseudo-insurgencia, tiene como consecuencia la concentración de miles de jóvenes en clave de consumismo y despolitización. Y justo aquí es donde la mafia encuentra el terreno fértil para florecer. Porque la zona genera ganancias inimaginables por la “protección” de decenas de comercios y más aún por el narcotráfico.

Es triste el hecho de que l@s cientos de jóvenes que frecuentan un barrio en constante agitación política parezcan tener una interpretación equivocada de la libertad, que acaba confundiéndose con el consumo de drogas. Las ideologías burguesas que nutrieron todo tipo de formas de “alternativismo”, apuntando a la desorientación y la afasia ideológica, promueven el consumo de drogas como una experiencia supuestamente liberadora, convirtiendo a miles de jóvenes en adict@s y en “clientes” que apoyan económicamente a las pandillas criminales mafiosas. A tod@s est@s jóvenes, que pueden y deben estar de nuestro lado, les llamamos a pensar que las drogas son un medio de intoxicación y no de liberación, les llamamos a que no apoyen económicamente a la mafia, les llamamos a posicionarse en esta batalla, ya sea dejando las drogas o dejando Exarcheia. De lo contrario, a medida que la lucha se intensifique, l@s usuari@s y la enorme demanda que generan para los traficantes de drogas deberán ser tratados incluso por la fuerza.

Hablando del tema de las drogas y de la cultura de las drogas en general como un fenómeno que abruma principalmente a la juventud, somos rotund@s al afirmar que envenenar nuestra mente y cuerpo con sustancias es una experiencia fugaz, un engaño de nuestros sentidos reprimidos y un escape latente de los problemas reales y comunes que nos aquejan. En particular, en las sociedades occidentales donde el capital ha invadido todos los aspectos de nuestro mundo emocional, el concepto de la personalidad ha sido desarticulado, al situarse en un entorno social asfixiantemente alienado. El de la soledad, la inseguridad, la mutilación emocional y la depresión. En una vida absurdamente exigente e insoportable. La búsqueda razonable de salidas, cuando ella se da bajo el régimen de ausencia de conciencia de clase, conduce con seguridad a caminos torcidos. Las drogas son uno de ellos. Y son quizás la expresión más dura del autocastigo e introversión, ya que la anhelada “salida” termina con las peores condiciones volviendo a nosotr@s mism@s y a nuestros problemas. En otras palabras, no respondemos a la violencia que nos inflige la sociedad de clases con violencia liberadora, sino con violencia dirigida a nosotr@s mism@s. Por eso, como revolucionari@s, combatimos las drogas ya que son un suplemento para imponer la parálisis social, pero también un ataque directo a la parte más vibrante de la sociedad, la juventud.

Decíamos antes que en este barrio ya no cabemos tod@s. Y con esto nos referimos no solo a la mafia, sino también al gansterismo donde y como se exprese. Ya sea con un manto político, o apolítico y crudo. La lucha por Exarcheia, incluso si necesitamos llegar a un conflicto armado, no se trata estrictamente de los medios de lucha, sino del contenido que representan. La batalla de Exarcheia es una batalla de civilizaciones por la sencilla razón de que no se trata de dos bandas enfrentadas, sino de dos mundos completos. Por un lado, el mundo de l@s paraestatales y de la podredumbre, y por otro, nuestro propio mundo: el de la esperanza, de la solidaridad y de la lucha. Pero la formación de nuestro propio campo de batalla no se logra solo mediante llamadas declarativas a la batalla, sino mediante la educación y la conformidad con los estándares culturales del nuevo mundo que representamos. Por eso la batalla de Exarcheia es una batalla tanto contra el capital y su mafia, como contra la erosión interna del movimiento. En contra de la cultura de la droga, la indisciplina, lo antisocial y la violencia por la violencia. De lo contrario, estamos condenad@s a perder esta lucha o, peor aún, a convertirnos nosotr@s mism@s en parte del problema.

Es un hecho que cuando algo no está definido, en algún momento, se expandirá tanto que eventualmente te abrumará. Se extenderá como el cáncer. Así también en el caso de Exarcheia, donde el carácter por lo demás romántico del barrio, que a lo largo del tiempo abrazaba a l@s marginad@s, l@s incompatibles y l@s parias, hoy resulta ser erróneo. No porque estas personas no deban ser abrazadas, sino porque deben integrarse con las reglas fundamentales de la solidaridad social. Aceptar la ofrenda, pero también corresponderla, demostrando en la práctica que la solidaridad no es la puerta trasera del caos y del canibalismo, sino el epítome de la madurez social, a través de su capacidad para autoestablecerse y funcionar en armonía. La solidaridad social es, por tanto, una cuestión de responsabilidad y no simplemente de tolerancia.

En particular, cuando se trata de elementos criminales, cuya gestión no está regulada por una mano invisible, sino por nuestra capacidad para mantener al menos un equilibrio de poder. Supervisarlos, imponerles y recordarles que se encuentran en un entorno hostil. De lo contrario, los mafiosos y los gánsteres se sentirán seguros y fuertes, impondrán su hegemonía y nos liquidarán. Por eso, frente a las incomprensibles teorías de tolerancia al estilo de “Exarcheia siempre ha sido así”, decimos que quienes las invocan pertenecen a las fuerzas conservadoras, es decir, a quienes perpetúan el estado decadente del barrio con su actitud. Así que, a partir de ahora, también serán considerados parte del problema.

Exarcheia es uno de los barrios con mayor carga política de Europa. Allí se han dado feroces batallas, compañer@s han sido asesinad@s por la policía, se han iniciado revueltas, han nacido movimientos e ideas. La imagen de este barrio ahora entregado a la decadencia de las drogas, al entretenimiento falso y al vandalismo es una imagen triste. Sin embargo, debemos admitir que también refleja los problemas estructurales, organizativos e ideológicos de nuestro movimiento. En nombre de una “resistencia” latente, que equipara las condiciones de formación del frente proletario —a nivel ético y de relaciones— con las condiciones que combatimos al mundo burgués, olvidamos que no se responde a la barbarie con caricias. Entonces, cuando nuestras ideas sobre las relaciones sociales se convierten en una ideología, y no en un conflicto constante para protegerlas, entonces se generan vacíos, y en nuestro propio “contrapoder” encuentran espacio para asentarse los poderes del enemigo. Todo se juzga por las correlaciones materiales reales y no por nuestras visiones abstractas. El “contrapoder” por tanto, para poder sobrevivir en el medio urbano donde se desarrolla y convencer de que consiste en una propuesta realista de organización social, tendrá que ejercer poder sobre sus enemigos. De lo contrario, está condenado a estrellarse. Por otro lado, el vago concepto de tolerancia, que permite a que los elementos antisociales operen sin ser molestados en el vecindario de Exarcheia, plantea algunas preguntas básicas. ¿Por qué (deberíamos) ser tolerantes con cualquiera que hace uso de su condición étnica o supuesta política (del inmigrante o del “anarquista”) como coartada para cometer violencia antisocial, y no somos tolerantes con la comunidad local que protesta con razón contra ell@s? ¿Por qué los primeros son clasificados como fuerzas amigas y los segundos como pequeñoburgueses y fascistas? ¿A quiénes nos dirigimos y quiénes son nuestr@s aliad@s? Así que aquí es donde entramos en las profundidades del carácter histórico del movimiento, sus distorsiones con respecto a la lucha de clases y su papel dentro de ella.

La tolerancia, entonces, no es un bono de contribución gratuita al que se le puede asignar un precio a voluntad. Tiene un alto precio. El precio de la responsabilidad. Y ante el riesgo de marginarnos en nuestro propio barrio, de hundirnos moral y políticamente, de no poder defender nuestro espacio vital y de perder la credibilidad de una propuesta política responsable con la sociedad, decimos que esa responsabilidad nos corresponde. A cualquier costo.

Entonces, ¿cómo defendemos realmente la autoorganización en el vecindario de Exarcheia, y sobre todo cuando estamos amenazados? Desde luego, no simplemente invocándola como una forma abstracta, o como una estructura que no se comunica en ninguna parte con el mundo exterior. La autoorganización significa la forma (y no el contenido) sobre la cual organizamos nuestras fuerzas. Significa que tenemos la posibilidad, con nuestras propias herramientas políticas y empíricas, de formar el campo proletario organizado contra la burguesía. Sindicatos, asambleas, comités, okupaciones, grupos armados, etc., son la expresión material de la autoorganización, son nuestras propias armas contra el Estado burgués y sus instituciones. Y precisamente porque la autoorganización no significa islotes y comunidades de libertad, sino puntos de fermentación, vigilancia y avalancha de fuerzas proletarias, necesitamos protegerla. Tanto del reformismo como del enemigo de clase.

Las milicias como forma de autoorganización, donde y cuando aparecieron como una necesidad, defendieron las conquistas colectivas, pero también el derecho del pueblo y del movimiento a contrarrestar la violencia de l@s capitalistas y de quienes les sirven. Contra la policía, el ejército, l@s fascistas y todo tipo de paraestatales. L@s milician@s siempre han sido entrañas de las entrañas del pueblo y del movimiento, porque servían a sus necesidades y expresaban su planificación colectiva. Porque eran guardias y castigador@s. Porque constituían la respuesta práctica a la pregunta de cómo nuestras luchas serán resguardadas de la violencia de l@s patron@s, y cómo nos defenderemos de la amenaza de derramamiento de sangre. Porque, al fin y al cabo, expresaron la aceptación práctica de la violencia, como condición necesaria en el devenir de la lucha de clases y de los inevitables obstáculos que ella encuentra cuando se lleva a cabo en términos verdaderamente revolucionarios.

Hoy en Exarcheia, aunque estamos en un espacio y tiempo completamente diferente al que dio origen a l@s milician@s del siglo pasado, nos encontramos con los mismos problemas que se encontraron nuestros antepasados. Cuestiones de organización y de defensa de la lucha contra la violencia del enemigo de clase. Aunque no sea prudente hacer simplificaciones e imitaciones automáticas, nos vemos obligad@s a releer la historia, estudiar las razones que dieron origen a las guardias armadas y aprender de ellas. Así que aquí, estamos hablando principalmente del contenido y en segundo lugar de la forma. Y esto porque el contenido es común y atañe a la eterna necesidad existencial del movimiento de defenderse. Qué forma tomará finalmente esa defensa hoy, dada la violencia requerida, por un lado, y las correlaciones actuales particulares por otro lado, está dentro de la jurisdicción del movimiento para analizar.

Por lo tanto, en el contexto de esta necesidad, de encontrar respuestas a las cuestiones de defensa del pueblo y del movimiento, incluimos también la justa ejecución de Habibi. Impulsad@s ​​por la imperiosa necesidad de no seguir viendo con apatía la destrucción de Exarcheia, de no inclinar más la cabeza ante la violencia que recibimos de los maleantes que operan en la zona, sino también de abrir con madurez la discusión sobre los medios de lucha que las circunstancias requieren, tomamos esta decisión. Esta elección nuestra está dialécticamente ligada a las movilizaciones que vienen dándose en los últimos meses en Exarcheia contra las mafias y el canibalismo social en general. Nosotr@s, valorando positivamente estas movilizaciones, queríamos contribuir a ellas en nuestros propios términos. Porque, ante todo, lo que importa es la unidad bajo un objetivo común e imperativo y no las identificaciones ideológicas. Porque la mafia nos ha declarado la guerra y no tenemos más tiempo que perder. De lo contrario, tod@s enarbolarán la bandera de su pureza ideológica, al mismo tiempo que en Exarcheia nos convertiremos en una minoría indefensa. Así que cada un@ haga su propia elección. O con el movimiento y su historia o solo en compañía de sus delirios ideológicos.

O NOSOTR@S O ELL@S. SOLUCIÓN MEDIA NO EXISTE

GRUPOS DE MILICIAS ARMADAS

Septiembre de 2016

Publicado en Indymedia Atenas el 09/07/2016

Publicado en español en «Anarquistas y radicales contra el canibalismo social en Grecia«, Editorial Pensamiento y Batalla, 2023


Notas

[1] Comisaría General de Atenas. [N. del T.]


Canibalismo social y la autoorganización en la región griega (I): Prácticas antisociales y violencia del anti-movimiento

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