Toda la clase política ha intentado borrar o minimizar las razones que dieron origen a la revuelta de octubre.
Hoy, los mismos sectores que entonces se escondieron tras discursos de orden y gobernabilidad se reparten el poder en un espectáculo miserable. Un teatro en el que las disputas entre partidos apenas maquillan la continuidad del mismo modelo, mientras se nos impone, democráticamente, la obligación de legitimar este circo con el voto.
Los gobiernos, sean de derecha o progresistas, junto con la constitución y el modelo neoliberal, han convertido el territorio en un negocio. La tierra, el agua y los bienes comunes son entregados al bloque corporativo-extractivista: mineras, forestales, bancos y fondos de inversión que lucran con todo. El Estado actúa como su garante, asegurando que este país siga funcionando al ritmo del capital y no de las personas ni del planeta, a tiempo que reprime -desaparece y asesina- a quienes se levantan contra este sistema para defender la tierra y la vida, en las ciudades, la alimapu, lafkenmapu y Wallmapu.
La revuelta de octubre reveló que existe una rabia generalizada y colectiva contra la clase politica, pero también nos mostró la trampa: ofreció una salida institucional para desactivar la fuerza de la calle, un tratado que pretendía canalizar la rabia y neutralizarla, para devolvernos al orden de la obediencia, concediendo meses de lucha al proceso electoral, que bien conocemos solo consolidó la frustración.
El sistema supo absorber, pero también supo golpear: lxs presxs, lxs traumas oculares y lxs asesinadxs son prueba de ello.
Hoy la inseguridad y la migración son usadas por el poder para justificar más control, más policías y más cárceles. El miedo se convierte en la nueva moneda de gobernabilidad. Pero la inseguridad real no está en la calle, está en el endeudamiento, en el colapso mental, en las zonas de sacrificio, en las extensas jornadas laborales, en el negocio que hacen con nuestras vidas. Esa es la violencia cotidiana con la que nos mantienen fragmentados, encerradxs en casas vigiladas, endeudadxs y cansadxs.
Las promesas de la transición democratica están absoletas hace mucho tiempo, y las ultimas revueltas a nivel mundial nos confirman que la lucha no se da en los parlamentos ni en las urnas, sino en las calles, en los territorios, en los cuerpos que resisten y en las comunidades que se organizan.
Octubre evidenció la forma: ollas comunes, asambleas territoriales, cordones de asambleas, redes feministas, barricadas, coordinadoras de solidaridad con lxs presxs, brigadas de salud, actividades contraculturales, violencia callejera, huertas colectivas, medios de contrainformación; proyectos que solo se sostienen fuera de los partidos y de la lógica electoral. Así se teje otra alternativa: la de la organización horizontal, autónoma, solidaria y combativa. Ahí laten las posibilidades de otros paradigmas de vida.
No necesitamos que nadie nos dirija.
¡A organizarnos, defendernos, cuidarnos y multiplicar las prácticas que construyen la autonomía y fortalecen la lucha!
Red de Lucha y Propaganda
17 de octubre de 2025
Colaboraciones a edicionesapestosas@riseup.net
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